domingo, 20 de noviembre de 2011

UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS

He conocido a gente. Muchos tipos de gente y finalmente he decidido agruparlos en dos únicos grupos: los que saben expresar lo que sienten y los que no. A aquellas personas pertenecientes al primer grupo se podrán dividir a su vez según lo que hagan para expresarse: escribir, bailar, cantar…y por supuesto, pintar. Y a aquellas personas que pintan se volverán a dividir en dos grupos. Los normales y los que no lo son. Es posible pasar de ser normal a hacer algo increíble sobre el papel, pudiendo así pasar al segundo grupo, pero algunos abandonan antes de cruzar esa línea de separación entre ambos grupos, otros piensan que nunca podrán llegar y otros, simplemente, se conforman con pertenecer a su grupo fascinándose de lo que hacen los del grupo de al lado.
Una vez leí que una imagen no vale más que mil palabras, pues bien, quien lo escribió se equivocaba, y le ruego que recapacite cuando le digo que hay gente que sabe expresarse pintando de una manera asombrosa. Sí, todos nacimos con manos. Las mismas manos. Pero la capacidad de pintar lo que uno siente de tal manera que al ver el dibujo no puedas parar de mirarlo, esa capacidad, no la posee todo el mundo. Es un don.
La primera vez que comprendí que necesitaba coger un lápiz fue cuando tenía un año. La pared de mi casa estaba recién pintada, y aún ni mis padres saben por qué, cogí una pintura y me paseé por todo el pasillo pintando. La primera vez que me puse delante de un dibujo sin poder parar de mirarlo fue cuando tenía 6 o 7 años. Y tenía 10 cuando supe completamente que me podría pasar mirando a aquellas asombrosas personas mientras dibujaban, toda mi vida, porque cuando lo hacía estaba en paz. En paz conmigo misma y con el mundo.
Cuando empecé a coger un lapicero descubrí, para mi asombro, que no me suponía ningún esfuerzo dibujar, y aunque a veces me costaba hacer las cosas, las acababa sacando sin ayuda de nadie. A los 13 o 14 años me evadía totalmente del mundo cuando pintaba. Simplemente debido a diferentes situaciones que me rodeaban me hacían querer coger un lápiz y pintarlo, pintarlo todo. Cuanto me había pasado o hubiese querido que pasase.  Y es ahora, a mis 19 años, cuando me doy cuenta del grupo al que pertenezco, de las habilidades que tengo, y de las cosas que puedo llegar a expresar con o sin ayuda de nadie, como he hecho hasta ahora.
Y me siento orgullosa de haber evolucionado y aprendido a dibujar como dibujo sola. Y sé al grupo al que pertenezco, lo sé muy bien. Pertenecer al grupo de los “normales” no significa que seas malo pintando, y el quedarme asombrada mirando a aquellas personas que son mara mi algo sobrenatural, me encanta. Y pienso cruzar, pienso pertenecer a ese segundo grupo, aunque por el momento me quede simplemente fascinada. Jamás dejaré de pintar, no puedo dejar de hacerlo. Necesito hacerlo. Así que a aquella persona que me dijo que una imagen no vale más que mil palabras, ahí tienes las mías, y los dibujos de personas no reconocidas que con un dibujo no han cambiado el mundo, pero que cuando tenía 6 años cambiaron completamente mi vida.

Hace 3 años que hice este dibujo. Más lo miro, más me gusta.

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