miércoles, 2 de febrero de 2011

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Me desperté. No en mi cama, ni en mi ciudad, ni en mi apartamento. Ni sola. Miré el reloj y eran las 6 de la mañana y tenia unos brazos que me rodeaban mientras sentía cada respiración de la persona que tenia a mis espaldas. Protegiéndome. De repente me di cuenta de lo que había pasado aquella noche. Era guapísimo. Y me gire lentamente para comprobar que era exactamente como lo recordaba hacia 6 horas. Era mejor si se puede, aún mejor. Estaba dormido, y entonces comencé a pensar mientras le observaba como una persona puede mostrar realmente su alma cuando duerme. De modo que me limite a observarle apenas a 2 centímetros de distancia entre nosotros. Podía ver cada poro de su piel, sentir su pulsación, su respiración y aquella atracción entre ambos que era como si me empujase endemoniadamente a querer besarle. Tenía el pelo revuelto, pero no despeinado, los ojos cerrados como si estuviese preparado para el beso que insoportablemente tenia ganas de darle, y que acabé dándole 30 segundos después. Me acerqué aun más. Hasta que nuestros labios se tocaron en apenas un punto. Esos labios. Perfectos, endemoniadamente perfectos. Le observé cada rasgo de su cara, cejas, pestañas, nariz –una nariz perfecta he de añadir-mejillas, barbilla y labios. De repente sus brazos se estrecharon salvando la microdistancia que nos separaba, y nuestros labios se juntaron. Abrió lentamente los ojos, verdes. Verdes como la hierba, como las hojas mojadas por el rocío y bañados por un azul, de color del cielo. Y era como si estuviese viendo al ser más perfecto que había encontrado ante mis ojos. Pero era real. Me miraba, y no podía apartar la vista de aquello, pues solo un minuto de distracción, me habría bastado para una eternidad de entera culpabilidad por haberme perdido aquel rostro. Volvió a apretar los brazos mientras me sonreía, sin querer, pero queriendo. Juntando de nuevo nuestros labios. Y se reincorporó apoyando ambas manos a ambos lados de mi cara sobre la almohada. No paraba de mirarme, como intentando comprender algo que no lograba entender. Y con un dedo fue pasando por cada una de las facciones de mi cara como si quisiera aprendérselas de memoria. Y de repente, sin mediar palabra ambos nos perdimos el uno en el otro. Como si fuese justamente eso, con esa persona, con la que si el mundo acabase al día siguiente, hubiésemos decidido pasar aquel último día.
Y no se exactamente cómo, pero fue en ese momento en el que supe que algo había cambiado. El tiempo se detuvo durante dos días. Que fueron más que suficientes para comprenderle a él, al mundo, y a mi misma mejor. Con mayor claridad. Y sabiendo, no se porqué, que ese beso no iba a ser el último. Que no iba a ser la última vez que le viese en mi vida. Ni la penúltima, ni la antepenúltima. La manera en la que nos conocimos, en la que surgió, pasó todo… Unos lo llaman azar. Otros, los más atrevidos, coincidencia. Y únicamente los que lo viven, ven con claridad, que hay un destino que lo guía todo. Él, fue el mío.

1 comentario:

  1. so lovely laura! espero que también él te dedique palabras tan de corazon como leo que son las tuyas.
    love is in the air, but love isnt infinite

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